¡Vamos a explorar juntos!
El Arriero y el Misterio de la Sombra

El golpetear del paso de las mulas rebota entre las piedras de la pampa, elevando un sonido que se multiplica con el eco de los cerros. Como telón de fondo, el viento murmura suave y apacible, casi acariciando, acompañando con su música esa fría tarde de otoño.
A primeras horas del día, Saúl había guardado los últimos cargamentos que llevaría para el viaje. Las mulas y los burros estaban listos para emprender una nueva travesía por esos parajes inertes y secos. La ruta ya estaba establecida, tantas veces transitada, que conocía como la palma de su mano.
No había quebrada que para él fuese novedad, conocía los senderos peligrosos, los cerros empinados, los lugares para pastar y también, por supuesto, los atajos.
Conocía el desierto de noche, como pocos, como solo los hombres valientes de la precordillera lo han recorrido por generaciones y generaciones.
Llevaba semillas de alfalfa, frutas como membrillos, duraznos y uva, y una gran cantidad de pintataniVino artesanal típico del poblado de Codpa. En lengua aymara significa «límite». para intercambiar en la ciudad. Había sido una temporada provechosa y los productos que llevaba le permitirían obtener la mercadería necesaria para los siguientes meses. Saúl tenía confianza, auguraba una buena cosecha para traer de vuelta a su hogar.
La noche cayó de golpe. El frío se hizo intenso y las bajas temperaturas lo obligaron a descansar antes de lo previsto. Acomodó los animales y se propuso a resguardarse del viento. De vez en cuando, una copita de pintatani para abrigar el cuerpo era lo justo y necesario para seguir adelante. No tenía miedo, sabía que la soledad del desierto puede llegar a ser una mala compañera, pero la experiencia lo mantenía firme. Estaba cerca de Chaqui, con vegetación a la mano y una buena fogata, no tendría nada que temer.
Pero esa noche fue distinta. Algo inusual sucedió y Saúl se vio obligado a partir rápidamente. Una sombra extraña merodeaba el lugar. Se cruzó por la fogata, asustó a las mulas y provocó un desprendimiento de piedras que lo hizo despertar sobresaltado. Imaginó un ladrón que rondaba por ahí, ya le había tocado enfrentar una situación similar. Es común que en ocasiones aparezcan sujetos con la intención de robarles sus enseres. Hombres de la ciudad, que sabían de antemano la ruta de los arrieros y buscaban la ocasión precisa para el ataque.
Sacó el rifle y apuntó. La sombra seguía moviéndose bruscamente entre las paredes de los cerros y los arbustos del lugar. Disparó unas veces, pero fue en vano. La sombra era muy rápida y no se mantenía en la misma posición. No tenía forma humana y eso despertó aún más su curiosidad. Observó detenidamente y, en ese momento, comprendió que no valdría la pena seguir disparando.
Acto seguido, arrimó los animales, acomodó nuevamente las alforjas y emprendió el viaje a mitad de la noche. La luna llena, expectante, alumbraba el desierto lúgubre y misterioso. Ayudaba un poco a mantener la calma. Permitía, con su luz pálida y blanquecina, amenizar el ambiente un tanto confuso algunos minutos atrás. Ya con el alba anunciando su llegada, Saúl recordó con más precisión lo vivido la noche anterior. Tenía la sensación de una terrible pesadilla, imágenes se le mezclaban en la cabeza, confundiendo la realidad con lo soñado y nunca pudo resolver esa inquietante duda. Ahora solo quedaba ocuparse del resto del camino, llegar a Arica y concluir con éxito el cambalacheIntercambio o trueque de cosas de poco valor, a menudo de manera desordenada o poco transparente.. De regreso tomaría las precauciones necesarias.
La sombra seguirá allí, inquieta, esperándolo.